miércoles, 3 de junio de 2009

Nuestra historia IV


Camino descalzo sobre un campo desierto, luego de leer otro capítulo de esa novela que me prestaste alguna vez. En un momento me detengo y comienzo a contemplar a mí alrededor lentamente. Pareciera que el tiempo está suspendido y solo yo soy el único capaz de cambiar las cosas. Es que sí, lo arruiné todo. Todavía no encuentro la forma de pedirte perdón aunque vos no lo sientas de esa forma. El tiempo ausente ya transcurrió y nada se sabe sobre él, afirmás. Niego completamente la cabeza porque sé que me estás mirando. Sí, soy un tonto pero caí a tierra, dándome cuenta que sin vos nada tiene sentido. Es como un campo sin sus cultivos, muy similar al que me encuentro ahora mismo. Respiro ambiciosamente tratando de conseguir la fuerza que perdí.

Te veo en el horizonte, sonriente y con los brazos abiertos para saludarme. Ahora sí debo escabullirme entre las hojas y los tallos para abrazarte con cariño. Sos capaz de transformar mis pensamientos, mis estados, mis defectos, pero por sobre todas las cosas sos quien más me inspira. Pienso en vos y las noches de frío se convierten en días soleados, los llantos de tanto extrañar pasan a ser lágrimas de emoción al verte y el abismo de la soledad se desvanece dando lugar a la mejor compañía. El campo es campo y yo somos nosotros. Todo transcurre como leí en ese capítulo maravilloso y me cuestiono si soy un Don Quijote del siglo XXI. Sin embargo, no caben dudas para el error: nuestra historia se escribe momento a momento, minuto a minuto, segundo a segundo. Es por ello, justamente, que nunca termino de disfrutar de este libro y espero no terminarlo nunca jamás.

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